Para muchas personas, la experiencia del arte contemporáneo es un muro más que una puerta; en especial para quienes el intelecto gobierna sobre el instinto y la intuición. Necesitan al autor para que les explique, y visitar una muestra significa arriesgarse a sentirse ignorantes o demasiado confrontados. Entonces, acuden a la negación: “No logro captar la intención de la obra”, “No entiendo, no me conecto, por lo tanto, no voy”. Y de verdad, no van.

Entonces, si Mahoma no va a la montaña, que la montaña vaya a Mahoma. Y he aquí uno de los principios de las OBRAS VIVAS: atravesar las obras en el camino de las personas, introducir algo extraordinario a su paso, confiando en el azar y creando una provocación para asistentes fortuitos. Ahora imaginen: ¿y si esas personas, además de ser espectadoras, tuvieran la posibilidad de convertirse en actores y coautores de la propuesta? La experiencia del público dejaría de ser un acto de solo consumo, percepción e interpretación, y pasaría a un plano donde co-crear es una opción. Sentir la voluntad propia, ejercer la libertad e intervenir una obra de arte —modificando tanto la materia como su intención— y, sobre todo, volverse parte de la construcción de sentido de ella, son posibilidades reales en las OBRAS VIVAS y, en el trasfondo creativo, su razón de ser.

Si alguna vez han tenido la oportunidad de experimentar cualquiera o varios de estos atributos en propuestas artísticas y han seguido sus ganas de participar, entonces han sido parte de una obra viva. Estas plataformas creadas para la acción y la participación están enmarcadas en la estética y el arte relacional, aquel donde el objetivo son las relaciones interpersonales y los objetos son solo la excusa para que “algo” germine.Con esto en mente, paso a contarles sobre “El Futuro en Versos”, una obra viva que abrimos, en conjunto con los equipos del Museo JOVEM y ROTTOR, en Guadalajara, México, el pasado mes.

Desde el primer contacto con el equipo curatorial del museo, uno dedicado al arte y la tecnología, propuse un objetivo claro: que la seducción, el asombro y la reflexión fueran inspirados por lo que sucedería a través de la tecnología, y no por la tecnología en sí misma. Este aspecto es clave, ya que diferencia la vivencia de las personas al formar parte de una obra viva, de lo que se experimenta, por ejemplo, en las proyecciones gigantes —que, aun siendo mágicamente interactivas algunas— se quedan en planos de percepción y consumo del enunciado hecho por quien las crea. El reto era otro: crear un espacio de conversación y participación donde los enunciados fueran en dos vías. La “cosa” a crear debía ser maleable por quienes participaran, y su coautoría, un hecho a celebrar y compartir.
Con ello en mente, la experiencia giraría alrededor del concepto FUTURO. Analizamos el perfil de nuestros visitantes, sabiendo que tendríamos cientos de personas interactuando en cuestión de horas. Trabajamos, en cierta medida, contra el tiempo. Hicimos alianzas con personas que, además de tener un amplio conocimiento en tecnología de punta, contaban con el carisma necesario para atender al público. Soñamos cada una desde su propósito, y afortunadamente coincidimos.

Finalmente, lo que resultó fue un poderoso espacio de participación permitido por una máquina de escribir y una pantalla LED de 25 metros cuadrados. Las personas iban descubriendo palabras como: Alargaescencia, Mundente, Novourbe, Acenturar y Concenturar.Se dejaban seducir por la idea de ser parte y luego eran invitados a escribir y proyectar sus propias creencias o sentires acerca del futuro, esto en grande:

Algo particular de esta experiencia es que se llevó a cabo dentro de una comunidad: el encuentro anual de una de las empresas más grandes de México. Llegaron personas de cada rincón del país con sus maneras de ser, de vestir, de caminar y de atender una invitación. También había personas de toda Latinoamérica, incluso de Rusia.
Este aspecto es importante, porque no es lo mismo abrir una obra viva en un espacio público cualquiera, que hacerlo dentro de una comunidad específica. Cuando esto sucede, los intereses compartidos y las estructuras sociales que amalgaman la comunidad subyacen y predefinen la manera en que sus miembros reciben, viven y se apropian de una propuesta.

En ese orden de ideas, y hablando del espíritu de la acción artística, puedo afirmar que en el proceso creativo de una obra participativa para una comunidad, la naturaleza de esta ha de ser concebida tanto como criterio de diseño, como fuerza externa que en su momento moldeará el ánimo y el expresar de los participantes —y, por ende, el desarrollo y el resultado de la obra misma. Aquí es donde entra en escena uno de los atributos fundamentales de las obras vivas, que denomino “flexibilidad poética”. Este se refiere a la capacidad de quien propone la experiencia (la artista) de entender y permitir con soltura que la obra se moldee a voluntad de sus invitados, que llegue a resultados no esperados o, en un pequeño porcentaje de posibilidades, que fracase. En otras palabras: soltar el balón.
Las preguntas en el trasfondo son entonces:
¿Qué define lo público?
¿Cómo algo pasa de lo privado a lo colectivo y luego a lo público?
¿Es lo público aquello que no pertenece a nadie en específico y es de todos?
¿Entonces, el lenguaje sería acaso un ámbito público?
Hago énfasis en esto porque la semilla de EL FUTURO EN VERSOS es la necesidad urgente de reconocernos como los creadores de aquello que viene. Por eso, propongo popularizar dos palabras que inventé para nombrar la relación de responsabilidad que tenemos con el futuro:
Acenturar y Concenturar (en inglés: Advenbrace).
- Acenturar: Acción de enfocar la energía personal en aquello que viene, reconociendo que le doy forma al futuro con mis decisiones, actos y omisiones.
- Concenturar: Hacerlo de manera colectiva.

Aprovecho esta ocasión para invitarles a asumir como propias estas dos palabras y usarlas en su día a día; que vivan su significado como esa conexión SER-FUTURO que es urgente de reconocer. Y de paso, sean parte, porque el sueño es que algún día estas palabras sean incluidas en el diccionario y pasen a ser del dominio público. Este, en realidad, es un llamado a la acción: una invitación a concebir la historia como una narración viva que, además de pasado, tiene presente y futuro, y de la cual somos protagonistas —y, por lo tanto, responsables. Es también un boleto para reconocer el poder de las palabras en la construcción de nuestras realidades: las personales y las colectivas.
Cierro con una cita de Immanuel Kant y una propia desde la práctica artística:
“Lo bello encanta; lo sublime conmueve”.
“Lo crítico transforma; lo abierto permite”.
— Adriana Ramírez, artista
Glosario de palabras creadas por el equipo curatorial del museo
- Futusión: Ilusión por el futuro. Imaginar un futuro agradable para todos.
- Copropiación: Apropiación colectiva.
- Conspropiación: Apropiación consciente.
- Transabiduría: Transmitir conocimiento sin jerarquías.
- Alargascencia: Conducta de alargar cualquier objeto de consumo.
- Geshanti: Persona que sabe llevar paz (gen: crear, shanti: paz en hindi).
- Consequius: Justicia cumplida. (Consequi + Ius)
- Conexocentro: Espacio (físico o digital) donde la comunidad se une y colabora.
- Novourbe: Comunidad futurista basada en tecnología, innovación y sustentabilidad.
- Simbiónica: Relación armoniosa entre humanos y tecnología.
Agradecimientos especiales a Dayanna, Florencia, Jackie, Leilani y a todo el equipo del Museo JOVEM y ROTTOR