Paisajes, figuras femeninas, desnudos y bodegones son los motivos elegidos por el pintor DEMETRIO VASILESCU para ejercer su arte. Y estableciendo la conexión, la interrelación entre ellos, en una búsqueda que oscila entre la presencia y la significación. Las túnicas, que describen lo visual y lo táctil, son a la vez delimitantes de la singularidad de su obra. Estas túnicas con sus plegados son como la simbiosis de un todo que representa a Demetrio con perfiles artísticos propios.
VASILESCU es un artista figurativo por sensibilidad y estilo, pero trasciende sus imágenes a una dimensión poética. De igual modo, tampoco concibe lo estético al margen de lo geométrico. Y así, en marcos o espacios geométricos, ubica sus desnudos, realizados en claroscuros; o caminando por las sombras graduales a través del crepúsculo, figuras de mujeres dialogantes frente a paisajes a veces desérticos, o a veces bíblicos. Como recién despiertas de sueños de otros mundos, son figuras emblemáticas de una soledad, pero a la vez de la comunicación establecida con el otro. Ni los desnudos ni las figuras femeninas están en un terreno turbio o carnal. Son imágenes dialogantes, que se fijan en el ojo o en el sentimiento del contemplador, por su sutileza.
Arrancan sus reconditeces de la mano del pintor condensador de esencias, y no, como conviene a la pura apariencia, dentro de morbideces, adornos y sensualismos vacíos, para gustos banales. En paralelismo, en contraste con la Naturaleza Muerta. El signo de las cosas domésticas: un frasco, una tetera, objetos de cobre o unas frutas, son motivación para un intenso y renovado bodegonismo; que él no ejecuta, tampoco, como un simple acto de copia, de mimesis, sino recreando ámbitos, en donde a través de la humildad de los eventos de la vida diaria, transcurren el amor, la felicidad, los sueños.
Con reconocida trayectoria en el país, en ascenso sostenido y en plena madurez creativa, VASILESCU resume de modo perfecto la idea de que el buen pintor del futuro será siempre un artista discreto, medido, serio. No ya movido por el afán vanguardista de lo novedoso y lo impactante, sino por llamar a la contemplación y a la trascendencia, sobre pautas de honestidad y respeto por su arte. Único modo de que el arte visual moderno, agotado por sus extremismos, pueda renacer de sus cenizas para un porvenir indefinido.
FAUSTO PANESSO